Octubre y Diseño: El Sueño del Abierto de Diseño CDMX

Es un día nublado en Ciudad de México, pero no parece importarle a las familias y personas que vienen a pasar un domingo lento en el Bosque de Chapultepec. Se escucha el ruido habitual de la ciudad en el trasfondo: microbuses dejando y recogiendo gente en Reforma, vendedores ambulantes que anuncian sus tortas o dulces, alguna camioneta que busca comprar colchones viejos. Dentro de ese mosaico de cosas que pasan al mismo tiempo, los museos y galerías dentro de la segunda sección del bosque hospedan el programa de la novena edición del Abierto de Diseño Mexicano.
Fundado en 2013, el Abierto ha sido un lugar de constante reflexión sobre el propósito de la profesión de Diseño en México, invitando desde estudiantes hasta profesionales establecidos a compartir espacios y diálogos. Este año, el Abierto regresa con la propuesta “Maleza: diseño en resistencia”, con curaduría de los dúos Diseña Colectiva (Taina Campos y Andrea Soler) y Flaminguettes (Daniela Villanueva y Mara Soler). Esta edición invita a la reflexión sobre los ritmos y los motivos por los cuales empleamos los conocimientos de diseño. ¿Estamos diseñando un mundo mejor? ¿Desde qué perspectivas lo hacemos? ¿Cuáles son las motivaciones que mueven a nuestra profesión?
Esta edición del Abierto atiende a estas preguntas desde cuatro ejes conceptuales: Fertilidad, Polinización, Ecosistemas y Brotes. El recorrido inicia en el Centro de Cultura Digital en el corazón de Reforma con ‘Fertilidad’, donde artistas y diseñadores reflexionan sobre cómo la maternidad y los servicios de cuidado posibilitan la creatividad. De vuelta en Chapultepec, se involucra a las infancias con intervenciones en el Papalote Museo del Niño, la galería Lago Algo, el Aztlán Parque Urbano, así como en la Cineteca Nacional Chapultepec y demás eventos aliados esparcidos como semillas por la ciudad.
Hace poco leí en The Financial Times un artículo que habla justamente de la vocación de la profesión del diseño; y cómo pareciera que sus practicantes hoy en día hayan renunciado a sus sueños de “cambiar el mundo”. En sus inicios, los proponentes del ‘Buen Diseño’ justificaban la superioridad de su método a través de la vocación social. El diseño no era bueno porque era más ‘elegante’ o ‘bonito’, sino lo era porque permitía elevar la calidad de vida de las personas y la forma en que nos relacionábamos con los objetos. Ya no íbamos a necesitar ornamentos ni muebles exagerados, porque íbamos a tener menos y mejores cosas. “Tres Doritos después” a la época del libre comercio y competencia individualista, claramente el diseño no solo no ha logrado “cambiar el mundo”, sino que esa vocación ha sido corrompida por la competencia por producir más cosas que generen más dinero. Esa parece ser la percepción del diseño en países industrializados, lamentablemente. Esto contrasta con la naturaleza artesanal de nuestro país, a mi parecer, nunca desarrollamos una práctica del Diseño Industrial tal cual se desarrolló en el boom económico de la posguerra en países europeos, y eso por mucho tiempo fue una desventaja. Sin embargo, ¿podría ser ahora un momento clave en la cual justo esa diferencia histórica pudiera presentar una oportunidad para replantear las aplicaciones de las profesiones creativas? Es esperanzador ver que, al parecer, en México los diseñadores y diseñadoras no han renunciado a su sueño de cambiar el mundo, o al menos, de imaginar formas de crear que puedan cambiar al mundo. El cómo permanece una pregunta al aire, pero es un lugar donde empezar.


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